El 10 de noviembre falleció en Buenos Aires el Dr. Alfonso Pujol, un referente
en el estudio y la investigación de los recursos hídricos
en el país, quien en la década del 70, al momento de crearse el
Departamento de Hidrología General y Aplicada –actual Facultad de
Ingeniería y Ciencias Hídricas (FICH) de la Universidad Nacional del
Litoral (UNL)– arribó a Santa Fe para contribuir al crecimiento
institucional de esta casa de estudios.
Alfonso fue profesor de la facultad y tuvo a su cargo, en 1972, la elaboración
del anteproyecto del Laboratorio de Hidráulica Aplicada de la UNL, de quien
luego fue su director, desde agosto de 1995 hasta agosto de 1998. “Fue, junto a
Ana Tosca, uno de los mentores de la idea de que la UNL disponga de un laboratorio de
enseñanza e investigación en hidráulica. A principios de
los años 70, tuvieron una iniciativa visionaria y arriesgada, la de promover la
construcción de un laboratorio de hidráulica destinado a la
enseñanza e investigación en una Universidad que transitaba un
momento muy difícil, debido a la especial coyuntura política que
vivía la Argentina y al debilitamiento institucional provocado por la
transferencia de buena parte de su estructura a las nacientes universidades nacionales de
Rosario y de Entre Ríos. Un laboratorio que, con el correr de los
años, se ha transformado en unos de los pilares de la FICH, de reconocido
prestigio en el país, principalmente en temas de hidráulica e
ingeniería fluvial”, remarcó Julio Theiler, director de
dicho departamento entre 1998 y 2004 y decano de la facultad durante el período
de dirección del Dr. Pujol, quien transitó sus últimos
años de vida profesional radicándose en Santa Fe como profesor con
dedicación exclusiva en la FICH.
Hoy, quienes vivieron de cerca el tránsito de Alfonso por la FICH, destacan su
capacidad visionaria, así como el coraje para concretar proyectos
inéditos relacionados con la enseñanza y la investigación
de los recursos hídricos en sitios estratégicos y a la vez carentes
de antecedentes en el tema. “Me asombró que alguien con una
formación brillante, que estaba contribuyendo en la construcción de
algo muy importante como el Laboratorio de Hidráulica Aplicada del INCyTH
(actual INA), viniera a impartir sus conocimientos a la ciudad de Santa Fe, donde no
existía prácticamente nada en materia de recursos materiales y
humanos para el estudio científico de los ríos. Creo que Alfonso
tenía un sueño, el de crear algo más allá de
los límites capitalinos donde se concentra casi todo en este país.
Trató de devolver aquí, en el interior de Argentina, algo de lo
mucho que había recibido en su formación en el exterior. El
desafío fue grande, casi una quijotada, pero tuvo el coraje y la
visión brillante de iniciar el camino, con un río Paraná
a 30 km; un enigma monstruoso y maravilloso a la vez, un ámbito motivador
formidable”, comentó Mario Amsler, docente de la FICH y alumno de
Alfonso a principios de los años 70.
En esta misma línea, Mario Schreider, también docente de la FICH y
alumno de Alfonso, expresó: “Fue mucho más que el profesor
de Hidráulica Fluvial en nuestro Departamento de Hidrología General
y Aplicada. Fue un pionero y un maestro. Pionero, porque supo ver en el río
Paraná un objeto de conocimiento sobre el cual no existía saber
científico, tal como él mismo lo escribió en la
presentación académica del libro El río Paraná
en su tramo medio. Allí contó que durante la crecida de 1982-83 solo
se podía acceder al actual edificio de la FICH por ‘la delgada cinta
de un terraplén asfaltado a través del ‘mar de
agua’ que inundaba el valle del Padre de las Aguas. ¿Qué
podía prosperar en esa ‘ínsula
académica’?: el estudio de la Hidrología, la
Hidráulica y la Geomorfología Fluvial, la Ingeniería
Fluvial y las disciplinas de la Ingeniería y las Ciencias Hídricas,
que intentan dar una forma más sensata a la impronta del hombre en la
naturaleza. ¿Y cuál ha sido la virtud de los líderes de
la Casa? Haber comprendido el desafío y trabajar en pos del desarrollo de estas
temáticas”. También fue un maestro, agregó
Schreider: “formó el primer grupo de investigación en el
tema, a quien también va mi homenaje, pues multiplicaron el mensaje de Alfonso
y recorrieron –primero de su mano, luego a su lado y ahora
solos– ese camino que ha llevado a la FICH a ser reconocida como una
institución de excelencia en el conocimiento del transporte de
sedimentos y los procesos fluviales asociados en el río
Paraná”.
Sin dudas, Alfonso dejó su huella en la vida institucional de la FICH, pero
también permeó en el crecimiento personal de quienes lo conocieron y
acompañaron en su hazaña. “Una tarde de sábado,
cuando yo empezaba a investigar los ríos y luego de que Alfonso leyera algo de
lo que había escrito al respecto, me dijo: ‘Mire Amsler, si usted
pretende dedicarse a algo, no lo haga a medias, sea riguroso al extremo; si quiere generar
conocimiento o brindarlo, la actitud debe ser el rigor en su tarea, especialmente con
usted mismo’”, recordó el docente.
“El recuerdo que siempre va a quedar en mi memoria es cuando sacó de
una caja marrón un libro encuadernado azul, escrito en inglés. Era
‘el Vanoni’, una epifanía en el desconocido mundo
del transporte de sedimentos. Ese día no fui consciente de
cómo Alfonso, con el paso de los años, se convertiría en
una de las referencias más importantes que guiaron mi vida, tanto en lo
profesional como en lo humano. Sus enseñanzas quedaron en mí; sus
opiniones técnicas y sus consejos personales me han acompañado toda
la vida”, contó Schreider.
El docente añadió que las personas no mueren en tanto exista alguien
que las recuerde. “Si es así, Alfonso estará siempre entre
nosotros; en el recuerdo de quienes lo conocimos o de quienes supieron de él a
través de los múltiples legados que ha dejado a lo largo
de todos estos años. En la FICH, decir
‘Hidráulica fluvial’ siempre será decir
‘Alfonso Pujol’, un pionero y un maestro que llenó de
saberes esta geografía dominada por el río”.
Amsler contó que Alfonso se doctoró en los años 60 en la
Universidad de Iowa (USA), una especie de “catedral de la
hidráulica” en el mundo en aquel entonces.
Además de desempeñarse como profesor de la FICH, siendo en
1974 uno de los hacedores fundamentales del diseño del primer plan de estudios
con el cual se graduó la mayoría de los ingenieros en recursos
hídricos, fue docente de la Facultad de Ingeniería en la Universidad
de Carabobo (Venezuela) y de la Universidad de Buenos Aires, del cual fue
también director del Departamento de Hidráulica de la Facultad de
Ingeniería. Fue director titular de HIDRONOR (Empresa Hidroeléctrica
Norpatagónica SA); presidente del Instituto Nacional de Ciencia y
Técnica Hídrica (INCyTH, actual INA, 1996-1998), del cual
previamente había sido director de su Laboratorio de Hidráulica
Aplicada (1979-96) y vicedirector (1969-1979).
“Muchas veces me pregunté cómo lograba hacer tantas
cosas… Era un luchador, como me confesó en algún momento.
Un luchador con una humanidad conmovedora. Además, cuyano, oriundo de la
provincia de Mendoza, donde el agua es muy escasa, por lo que aprendieron –desde
tiempos milenarios– a cuidarla y amarla. Era heredero de esa estirpe”,
subrayó Amsler.
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