44° Aniversario de “La noche de los bastones largos: heridas que
cierran, marcas que quedan”.
A fines de la década de 1950, la Argentina comenzó un rápido proceso de
expansión industrial. A este desarrollo se sumó un cambio en las políticas del
Estado argentino relacionadas con la investigación científica y la producción
intelectual.
En las universidades, los
programas de estudios se modernizaron, y se añadieron nuevas disciplinas del
conocimiento: como la Sociología, la Economía y las Ciencias de la Educación, y
en 1958 se creó el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas
(CONICET), bajo la dirección del premio Nobel de Medicina Bernardo Houssay.
La preocupación del gobierno se
evidencia en la increíble cifra del 20% del total del Presupuesto nacional, que se
aportaba anualmente a Educación.
Para principios de la década del 60, el clima de prosperidad y crecimiento
económico se reflejó de manera evidente en la vida cultural. En esta época se
renovaron instituciones tradicionales como el Museo Nacional de Bellas Artes, y
se crearon otras nuevas, como el Museo de Arte Moderno. Se abrieron distintos
espacios de experimentación cultural. La sociedad intentaba reflejar el
espíritu de una época, donde el progreso económico y la renovación cultural
parecían ser infinitos.
Durante la década del 60, los jóvenes de esta época vivían una
realidad muy distinta de las juventudes de décadas anteriores. El afianzamiento
de los sectores asalariados y las políticas de bienestar social abrían un nuevo
panorama. A diferencia de sus padres, muchos jóvenes de los años 60 podían
estudiar sin necesidad de trabajar y contaban con dinero suficiente para gastar
en bienes de consumo, como radios, tocadiscos, ropa, y música envasada.
Llegado el año 1966, la Argentina vivía un clima de
efervescencia y renovación cultural sin precedentes. El cine, la literatura y
las artes plásticas recibían la consagración del público y la crítica, tanto en
el país como en el extranjero; mientras que la juventud, la gran protagonista
de la hora, ponía a prueba todos los modelos y valores establecidos, llenando
de color y libertad la vida cotidiana.
Cuando
todo indicaba que el cambio cultural llegaba para quedarse, un nuevo golpe
militar cambió violentamente la escena.
El 28 de junio de 1966, el presidente constitucional Arturo
Humberto Illia es derrocado por el teniente Juan Carlos Onganía. A horas de
tomar el poder, el gobierno de facto recortó las libertades políticas e impuso
una fuerte censura a las actividades artísticas e intelectuales. El modelo
económico dictatorial, favorece a los capitales concentrados en detrimento de
las pequeñas y medianas empresas.
En cuestión de días, todas las
audacias que caracterizaron los primeros años de la década del 60 comienzan a
diluirse, y lo que antes del golpe era considerado como “novedoso” o
“alternativo” cae bajo el rótulo de “sospechoso” o “subversivo”.
Los símbolos de la rebeldía
juvenil, como el pelo largo, la ropa colorida, los pantalones anchos y las
minifaldas, se convirtieron en un factor de persecución policial; y acciones
como tocar la guitarra en la calle o besarse en el banco de una plaza
constituyeron faltas que son castigadas como delitos.
La universidad pública y la
investigación científica, dos baluartes de las políticas desarrollistas,
comienzan un sombrío período de control ideológico y persecución política; todo
esto se tradujo en presiones sobre la comunidad universitaria que terminan por
explotar el viernes
29 de julio de 1966, a un mes del golpe militar, en la Facultad de Ciencias
Exactas de la UBA en la eterna Manzana de las Luces; cuando la Guardia de
Infantería policial que dirigía el general Mario Fonseca embistió a garrotazos
y con gases lacrimógenos contra estudiantes, docentes y profesores extranjeros
invitados; ciudadanos universitarios que tomaron la facultad (junto con otras 4
otras facultades más de la UBA) ya que se oponían a la intervención militar.
La dictadura tenía fines
determinados para con la Universidad Pública Argentina: poner fin a la autonomía
universitaria y la libertad
de cátedra; silenciar las críticas; escarmentar la
rebeldía estudiantil; exterminar todo tipo de pensamiento libre;
y, no menos importantes para ellos, bajar el “gasto” en educación.
Como consecuencia 1378 docentes renuncian o parten al exilio. Unos
301 emigraron: 215 eran científicos y 86 investigadores en distintas áreas. En algunos
casos equipos completos fueron
desmantelados. Es lo que sucedió con el Instituto de Cálculo de Ciencias
Exactas, que operaba a Clementina, la primera computadora
de América Latina. Lo mismo sucedió con el Instituto de Radiación Cósmica.
Con la intervención del gobierno
militar a las universidades se aplicó una estricta censura en los contenidos de
enseñanza universitaria y se desmanteló
el proyecto reformista de universidad científica de
excelencia, sobre la base de la estrecha vinculación entre investigación,
docencia, y el pueblo argentino.
Cuarenta y cuatro años después de “la
noche de los bastones largos”, podemos afirmar que se quebró, aquella
noche infame, no sólo la más formidable acumulación y generación de
conocimiento científico y cultural que la Argentina había logrado hasta
mediados del siglo XX, sino también se abrió el camino a la intolerancia y la
decadencia.
Claras secuelas del sistema impuesto por la dictadura son
las desigualdades sociales
generadas por el capitalismo, la censura sobre todo tipo de espacio cultural,
la persecución violenta a militantes políticos y agrupaciones estudiantiles, la
aparición de las primeras villas miserias; todos hechos que hoy en día
conforman heridas que aun siguen abiertas y son difíciles de cerrar; y que
calaron hondo en la piel de la sociedad argentina.
Es por esto que desde el
Movimiento Nacional Reformista (MNR), apostamos a la consolidación de las
instituciones democráticas y consideramos a la educación como emancipadora de
la población y una de las principales soluciones de los problemas que aquejan a
la sociedad argentina.
Sin educación, la verdad se
esconde. Sin educación, no hay democracia. Sin educación, hay miseria. Sin educación, los
bastones cada vez son
más largos y hieren más fuerte.
MNR
Económicas
Movimiento Nacional
Reformista
Regional Litoral