En este año 2010 los argentinos celebramos los
200 años de la Revolución de Mayo.
"Si los pueblos no se
ilustran, si no vulgarizan sus derechos, si cada hombre no conoce lo que vale,
lo que puede y lo que se le debe, nuevas ilusiones sucederán a las antiguas y
después de vacilar algún tiempo entre mil certidumbres, será tal vez nuestra
suerte mudar de tiranos sin destruir la tiranía." (Mariano Moreno)
Para
hacer una reflexión de lo que representa esta fecha podemos remitirnos al
anterior festejo de este aniversario, aquel 1910 criollo cuando la Argentina se
transformaba aceleradamente en una sociedad moderna y se homenajeaba a sí misma
conmemorando los primeros 100 años de la Revolución.
El
clima político del Centenario, en 1910, era bien distinto del actual. No hay
dudas que no era aquella una sociedad maravillosa: las duras imposiciones
sociales de un capitalismo en formación, se reforzaban por el carácter
excluyente del régimen político oligárquico. Sin embargo, los argentinos de
entonces podían participar razonablemente de una creencia colectiva en un
destino nacional de grandeza, existiendo fundadas razones para que la
mayoría pensara que el futuro sería mejor que el pasado, y que sus hijos
gozarían de una situación económica, social y cultural mejor que la de ellos.
Así,
la Argentina de hoy es, para bien y para mal, muy diferente a la de 1910. Más
allá de esas diferencias, la conmemoración de los 200 años de la Revolución de
Mayo tendrá seguramente un punto en común con la de hace 100 años: la
generación de un marco propicio para pensar la nación y nuestra
sociedad.
El Bicentenario es una nueva oportunidad para reflexionar sobre
nuestro país en el espejo de su historia y de las condiciones contemporáneas
que lo definen como sociedad.
La sociedad y la
democracia no pueden conformarse con la repetición automática de sus rutinas.
Ambas deben ser pensadas, revisadas desde la reflexión fundada, con el objetivo
de avanzar en la construcción de una sociedad más justa. El Bicentenario
es sin duda un momento especial para hacer este tipo de reflexiones. Solo
con ciudadanos activos podremos construir una nación integrada social,
económica y culturalmente.
Si la nación no es
una esencia intemporal sino un acuerdo permanentemente renovado entre quienes
quieren vivir juntos, si la nación es un plebiscito cotidiano, la calidad de
la ciudadanía resulta esencial para la construcción de una nación democrática.
El Bicentenario es más que una fecha: somos nosotros mismos, como
argentinos, abriendo la etapa que se inicia, la tercera centuria. La Nación es
un proyecto que sigue naciéndonos desde adentro, hay que dejar de añorarla como
si se escondiera en el pasado. La Nación es el futuro.
Como argentinos
sabemos de las complejidades de la situación nacional e internacional. Sin
embargo, no creemos estar en un callejón sin salida. Los problemas actuales de
nuestro país son de orden político antes que económico, y por lo tanto la
resolución de los mismos depende fundamentalmente de nosotros. La Argentina de
hoy tiene grandes potencialidades, y posibilidades ciertas de enfrentar con
éxito sus problemas, si los argentinos estamos dispuestos a trabajar juntos
para conquistar el futuro.
Hay que reconocer, como supieron hacerlo los revolucionarios de
1810, que nadie hará por nuestro país lo que nosotros no seamos capaces de
hacer por él.
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