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Economía
¿Cómo se mide científicamente la desigualdad?
*La medición de los ingresos es un tema de gran sensibilidad, ya que los
cientistas sociales trabajan con información que puede determinar políticas
que influyan en la calidad de vida de las personas. Un investigador de la
UNL explica este aspecto del laboratorio de las ciencias sociales.*
Mucho se habla en estos días de cuestiones sensibles como el acceso a la
vivienda, la salud o la educación, por ejemplo, que son aspectos que
determinan la equidad entre los actores sociales. ¿Pero cómo se miden
científicamente esas variables o cómo trabaja un cientista social con los
datos relacionados con la diferencias en los ingresos, que determinan el
acceso a todos esos beneficios? Según explicó Gabriel Brondino,
investigador de la Universidad Nacional del Litoral (UNL), la desigualdad
es uno de los temas más relevantes de discusión en la actualidad si
observamos las diferencias que existen entre los niveles de ingreso entre
el occidente y sus vástagos (Europa occidental, Estados Unidos, Japón,
Australia, entre otros) y los países de África, Latinoamérica y el Caribe,
principalmente; o bien si miramos hacia el interior de un determinado país.
“La desigualdad del ingreso es un problema de extrema sensibilidad, ya que
está relacionado con problemas de pobreza e indigencia, educación, salud,
vivienda y, en general, con las condiciones de vida de gran parte de la
humanidad. Abordar el problema de la desigualdad económica desde una
perspectiva científica demanda, como la mayoría de los objetos de estudio,
un enfoque teórico y herramientas empíricas para mensurar el fenómeno”,
sostuvo Brondino, integrante del Centro de Investigaciones de la Facultad
de Ciencias Jurídicas y Sociales (FCJS).
*Cómo medir*
En este sentido, Brondino comentó que con el pasar de los años se han
propuesto diferentes formas para medir la desigualdad. Las más relevantes
se basan en la idea de distribución personal del ingreso, en la cual se
observan los ingresos totales de los individuos sin distinguir las fuentes
del ingreso (propiedad, trabajo, renta). En oposición, la distribución
funcional del ingreso se concentra en la distribución según las diferentes
categorías del ingreso, siendo las principales el trabajo asalariado e
ingreso de la propiedad. “Supongamos una población que se compone de
*n* individuos,
cada uno de los cuales recibe un ingreso *yi*, donde *i *representa el
individuo en cuestión. Luego, tendremos *n* ingresos diferentes (
*y1, y2,…, yn*) y la suma de éstos dará como resultado el ingreso total de
la población. El ingreso medio se obtiene dividiendo el ingreso total por
el tamaño de la población, es decir, *n.* Esta información es suficiente
para obtener una serie de indicadores estadísticos que nos permiten
conocer, en un momento del tiempo, la estructura del ingreso en la
sociedad. Por ejemplo, podemos calcular la diferencia que existe entre el
ingreso más alto y el más bajo dividido por el ingreso medio. Cuando todos
los individuos tienen el mismo ingreso, la diferencia es nula. No obstante,
el indicador se agranda a medida que mayor es la diferencia entre el
ingreso máximo y el mínimo”. Según destacó, el principal problema de este
indicador es que ignora la distribución de los ingresos que no pertenecen a
los extremos.
Pero Brondino comentó que el indicador que más se utiliza actualmente es el
coeficiente de Gini, que se puede analizar a través de la curva de Lorenz,
un eje de dos dimensiones que ordena la población en porcentajes según su
nivel de ingreso, de menor a mayor, en el eje horizontal e indica el
porcentaje del ingreso total que dispone cada estrato de la población en el
eje vertical. “Obviamente, el 0% de la población recibe el 0% del ingreso,
mientras que el 100% de la población recibe el 100% del ingreso, por lo que
la curva se mueve desde una esquina a otra diametralmente opuesta. Si todos
tienen el mismo ingreso, la curva será una diagonal, pero en ausencia de
igualdad perfecta, los estratos más bajos tendrán una participación en el
ingreso proporcionalmente menor”, sostuvo.
Un ejemplo de ese modo de medir es el caso de Argentina en 2011: [image:
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“La curva de Lorenz, representada con el color azul, siempre estará por
debajo de la línea de perfecta igualdad (línea roja). A medida que la curva
de Lorenz se aproxime a la diagonal, más igualitaria será la distribución
del ingreso de la población. El índice de Gini consiste en el cálculo del
área que se produce a partir de las intersecciones de la diagonal y la
curva de Lorenz. Notemos que el indicador solo admite valores entre 0 y 1.
En el caso en que una sola persona concentre el 100% del ingreso, entonces
el área entre ambas curvas es idéntica al área que se encuentra debajo del
área de la línea de perfecta igualdad, por lo tanto, es igual a 1. En el
caso opuesto, el área entre la curva de Lorenz y la de perfecta igualdad es
nula, ya que ambas líneas son indistinguibles. Cabe destacar en el gráfico
que en 2011 el 20% más rico de la población poseía el 50% de los ingresos
totales de la economía argentina”, según Brondino.
En este sentido, el economista expresó que el coeficiente de Gini también
se puede emplear para analizar la evolución de la desigualdad a lo largo
del tiempo, o bien para comparar los niveles de desigualdad en distintos
países o regiones. “Estas herramientas estadísticas también se pueden usar
para otras variables, como ser la riqueza (el patrimonio de los individuos)
o el consumo”, anotó.
*La teoría*
Según Brondino, las diferentes mediciones empíricas deben hacer referencia
al enfoque teórico, ya que no son independientes de él. “En realidad, es
muy difícil de disociar ambas cuestiones, porque el enfoque teórico que
utilicemos es de gran relevancia puesto que, previo a saber cómo medimos la
desigualdad del ingreso, es necesario saber por qué esta existe. Para ello,
es preciso conocer cómo se genera ingreso en una determinada sociedad y
cómo se distribuye”, continuó.
Al respecto, Brondino sostuvo que sobre estas cuestiones no existe consenso
definitivo y es donde radican los puntos de discusión más candentes. “A su
vez, el debate se eleva por encima de los aspectos estrictamente
científicos y entran en juego valoraciones éticas de los participantes, ya
que la desigualdad está asociada a las nociones más complejas de justicia y
equidad”, manifestó.
“No obstante lo anterior, el tipo de valoración que hagamos sobre la
desigualdad económica puede estar afectado por la lente teórica con que
analicemos el problema. Por ejemplo, si nuestra teoría argumenta que la
desigualdad es el resultado espontáneo de la interacción de distintos
individuos intercambiando en los mercados, entonces no habrá nada que
podamos hacer, ya que ese resultado es señal de que los individuos han
alcanzado la posición más ventajosa posible de este intercambio y no desean
modificarla”, consideró.
Por el contrario, acotó Brondino, “si consideramos que las razones de la
desigualdad son producto las relaciones institucionales que se derivan de
la forma en que las diferentes clases sociales (trabajo, capital
industrial, financiero y agrario) participan en el proceso productivo y que
estas relaciones son inequitativas, entonces los diversos actores
implicados intervendrán a partir de diferentes vías institucionales para
inclinar la balanza a su favor. El Estado, en este tipo de esquemas es un
actor fundamental que dirime los conflictos distributivos. En definitiva,
si bien tenemos herramientas sofisticadas y muy avanzadas para medir la
desigualdad económica de una región o país, todavía queda mucho recorrido
para que exista un acuerdo respecto de sus causas fundamentales y los
instrumentos necesarios para reducirla o no”, finalizó.
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