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5 de junio
Conocer la naturaleza no para explotarla, sino para
integrarse a ella
/En el Día Mundial del Medio Ambiente se trata de establecer un lazo
distinto con la naturaleza. Visitar nuestra eco-región, con una
perspectiva de cuidado y de disfrute, es la consigna que proponen
docentes e investigadoras de la UNL./
Basta con ver las noticias de los informativos
televisivos para observar imágenes de un planeta “asfixiado” por la
contaminación del aire, de un mundo que va perdiendo sus bosques cada
día producto de la deforestación, el monocultivo o el uso intensivo
del suelo. Si sumamos a esto la contaminación por los desechos
industriales, junto al deshielo y al aumento del nivel del mar nos
encontramos que nuestra madre Tierra pide acciones de cuidado y
preservación. Con motivo del Día Mundial del Medio Ambiente, y con el
propósito de reflexionar sobre el cuidado de la naturaleza, nuestro
vínculo con el entorno y la importancia de ordenar y gestionar el
territorio como clave para el desarrollo y la equidad, se entrevistó a
Vanesa Arzamendia, docente de la Facultad de Humanidades y Ciencias
(FHUC) de la UNL e investigadora del Instituto Nacional de Limnología
(INALI-UNL-Conicet) y a María Valeria Berros, docente de la Facultad
de Ciencias Jurídicas y Sociales (FCJS) e investigadora del Conicet en
el Centro de Investigaciones de la mencionada unidad académica.
“El desafío reside en no ubicarnos como seres humanos todopoderosos
que tenemos que explotar el ambiente, sino más bien acercarse a una
perspectiva donde la propuesta radique en integrarse/nos a la
naturaleza, cuidando el ambiente que habitamos, es decir, no conocer
para explotar, sino conocer para integrarse y proteger la naturaleza”,
sostuvo Vanesa Arzamendia.
En primer lugar tenemos que tener en cuenta ¿qué es el medio ambiente?
Se lo concibe como “un entorno formado por elementos naturales y
artificiales, es un lugar determinado y en un momento dado, con
características propias. El entorno abarca la interacción de todos los
seres vivos, el clima, los recursos naturales que afectan la
supervivencia humana, e incluye las diferentes actividades humanas,
teniendo en cuenta valores naturales, sociales, económicos y
culturales”, explicó Arzamendia.
Dada la importancia de asegurar el uso ambiental adecuado de los
recursos ambientales y lograr una mayor calidad de vida “en nuestra
Constitución Nacional, en la reforma de 1994, se incorpora el derecho
a un ambiente sano”, aclaró Berros, y añadió: "Dice el artículo 41:
todos los habitantes gozan del derecho a un ambiente sano,
equilibrado, apto para el desarrollo humano y para que las actividades
productivas satisfagan las necesidades presentes sin comprometer las
de las generaciones futuras; y tienen el deber de preservarlo".
Un modo para “integrarnos a la naturaleza de manera amigable” es
conocer y admirar nuestros recursos naturales, que se hallan –por
ejemplo-, en las cercanías del río: “el Paraná tiene una biodiversidad
muy grande, las aves acuáticas y la comunidad de flamencos que a
cualquiera maravilla; como así también, plantas y flores que están en
nuestro patrimonio”, prosiguió Arzamendia.
“Empezar a salir a estos ambientes respetando, con una perspectiva de
cuidado y de disfrute sería la consigna. La protección del ambiente
no es un tema prioritario de expertos, sino que involucra a la
sociedad en su conjunto”, continuó.
ORDENAMIENTO TERRITORIAL
La humanidad ha mostrado a lo largo de su evolución la
tendencia a modificar los ecosistemas terrestres. Con el crecimiento
poblacional y los avances tecnológicos se han producido modificaciones
drásticas en el ambiente.
En este sentido, “la sociedad ha visto la necesidad de adecuar las
actividades en distintos espacios del territorio sometido a un uso
desordenado, que lleva al deterioro de los recursos con impactos
negativos sobre el ambiente. Una forma de conservar el ambiente es a
través del ordenamiento territorial, que implica la expresión espacial
que incluye las acciones del hombre, del ambiente, las características
culturales, ecológicas, económicas para tratar de mantener la
sostenibilidad del medio ambiente”, explicó Arzamendia.
“Es una disciplina científica donde hay un conocimiento técnico, una
parte administrativa, y una gestión política, concebida como un
enfoque interdisciplinario cuyo objetivo es la organización del
espacio para sostener el ecosistema y las actividades que el hombre
desarrolle en esa región”, añadió.
“Podemos sintetizar el proceso en tres etapas. Encontramos, en primer
término, una fase de diagnóstico, en donde se involucra a técnicos
(biólogos, sociólogos, geógrafos, entre otros), y a los ciudadanos que
habitan ese lugar, dado que cada eco-región tiene sus características
y actividades sociales propias. Se determina la situación actual,
teniendo en cuenta la perspectiva histórica. Luego, hay un período de
planificación territorial, que es interdisciplinario y, al mismo
tiempo, transdisciplinario, en donde se combinan y entrelazan las
disciplinas para obtener resultados, se plantean propuestas, se
realiza la valoración y capacidad de sostenibilidad ambiental y se
planifica proponiendo iniciativas alternativas, para hacer un buen
uso del ambiente. Esta instancia implica tomar medidas preventivas
para anticiparse a los problemas ambientales detectados en la primera
etapa”, comentó Arzamendia. “A posteriori, hay una etapa de la gestión
territorial que le incumbe particularmente a la gestión política, en
donde tienen que aplicar las propuestas que hayan hecho los miembros
de la sociedad y los/as especialistas”, expresó.
“En todo este proceso, es fundamental una participación amplia de la
población porque son los primeros actores locales que van a dar una
información sobre los usos y actividades del territorio, los técnicos
proponen cómo ordenar el territorio y la gestión lleva a cabo la
ejecución y aplicación de las propuestas para hacer efectivo el
proceso de ordenación”, enfatizó Arzamendia.
En este marco, María Valeria Berros trae a colación la entrada en
vigencia, en 2021, del Acuerdo de Escazú[1] (Costa Rica, el 4 de marzo
de 2018), dado que “es el primer acuerdo regional ambiental de América
Latina y el Caribe y el primero en el mundo en contener disposiciones
específicas sobre defensores de derechos humanos en asuntos
ambientales”, afirmó.
“En este contexto, lo que se cuestiona es cómo ampliar la
participación social en la toma de decisiones que refieren al ambiente
o sus componentes. Se tensionan las nociones de democracia
representativa y democracia participativa dado que en los asuntos
ambientales es relevante que la ciudadanía participe porque el
Estado no puede tomar decisiones a espaldas de la población que
habita en ese territorio. Fundamentalmente, porque la resolución no
va a llegar a buen puerto, si no hay un consenso en la población para
que así suceda”, indicó Berros.
“Los problemas ambientales no son un problema biológico solamente,
sino que incluye la participación social. Por eso, el aporte del
derecho es fundamental, entre otras disciplinas sociales”, reflexionó
Arzamendia.
UN EJEMPLO: SITIO RAMSAR JAAUKANIGáS
Una de las principales acciones para abordar las crisis
socioambientales tanto a nivel gubernamental, como no gubernamental
(ONG), lo constituyen la creación de áreas protegidas. En Santa Fe se
ha desarrollado un modelo de área protegida que promueve el uso
sostenible de los recursos y la participación comunitaria. Se trata
del Sitio Ramsar Jaaukanigás en el río Paraná (provincia de Santa Fe,
Argentina), humedal que es poseedor de una diversidad biológica y
cultural extraordinaria. En esta región del nordeste provincial,
convergen dos provincias fitogeográficas, la Paranaense y la Chaqueña
húmeda y presenta una alta diversidad florística y faunística, en
donde se han reportado 699 especies de vertebrados, es decir, el 79%
de la diversidad de este grupo en la provincia. Esta iniciativa es una
experiencia transdisciplinaria y participativa, poco desarrollada como
modelo de conservación en la Argentina. Participaron de su creación,
en la provincia de Santa Fe, en el 2000 y por iniciativa como
generador de la propuesta el Instituto Nacional de Limnología (INALI –
UNL -Conicet), la Secretaría de Estado de Medio Ambiente y Desarrollo
Sustentable de la provincia de Santa Fe (SMADES), la Estación
Experimental Reconquista del Instituto de Tecnología Agropecuaria
(INTA), el Instituto de Cultura Popular (INCUPO) Reconquista; las
facultades de Ciencias Agrarias y de Humanidades y Ciencias de la UNL.
Este humedal de importancia internacional está ubicado en el
Departamento General Obligado, abarcando una superficie de
aproximadamente 492.000 hectáreas de bosque fluviales y humedales del
río Paraná. Quedan incluidas en el área numerosas localidades que
participan en distintas actividades: Reconquista: Los Laureles,
Avellaneda, Guadalupe Norte, Las Garzas, Arroyo Ceibal, El Sombrerito,
Villa Ocampo, San Antonio de Obligado, Las Toscas, El Rabón, Florencia.
LA UNL PIONERA EN LA MATERIA
En lo que respecta a algunas líneas de trabajo en la
temática, son numerosas las propuestas que se desarrollan en distintas
facultades de la UNL e Institutos de dependencia compartida entre UNL-
Conicet. El Instituto Nacional de Limnología (INALI) de doble
dependencia Conicet-UNL, promueve como actividades principales las
áreas vinculadas a la ecología, monitoreo, conservación y manejo de
sistemas acuáticos.
“Dentro de sus principales objetivos se encuentra el estudio ecológico
del río Paraná Medio y los mayores esfuerzos se concentraron en
conocer su biodiversidad, evaluar su dinámica y funcionamiento y
contar así con una base de conocimientos que permitan reconocer
eventuales alteraciones antrópicas a lo largo de su curso. En la
actualidad las actividades están dirigidas no sólo al estudio de la
dinámica y funcionamiento del río Paraná y su llanura aluvial, sino
también a la calidad del agua (especialmente el impacto de la
contaminación), las especies amenazadas, invasoras e introducidas, la
fragmentación de hábitats y la conservación de la biodiversidad,
seleccionando áreas prioritarias con alta riqueza de especies
determinadas con criterios científicos”, expresó Arzamendia.
Asimismo, la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la UNL dicta
la carrera de Especialización en Derecho Ambiental y Tutela del
Patrimonio Cultural que “profundiza la formación recibida por los
graduados, y procura ampliar la capacitación profesional, en las
problemáticas de Derecho Ambiental y Protección del Patrimonio
Cultural”. Esta es una carrera de doble titulación, en convenio con
la Universidad de Limoges[2] (Francia).
También se encuentra el Laboratorio de Ecología de Enfermedades
(LEcEn ), en la ciudad de Esperanza, a cargo del Dr. Pablo
Beldomenico, que estudia diferentes animales silvestres (roedores,
aves, yacarés, carnívoros, guanacos, entre otros). Representa un grupo
interdisciplinario que estudia fenómenos de salud y enfermedad en
sistemas naturales. Desde marzo de 2013, el LEcEn forma parte del
Instituto de Ciencias Veterinarias del Litoral (ICiVet-Litoral),
unidad ejecutora de doble dependencia UNL-Conicet.
Descargar fotos:
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