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Salminus
Gracias a la genética identifican una nueva variedad de dorado
*Hasta hace poco tiempo se creía que Salminus brasiliensis era una sola
entidad. Sin embargo, un trabajo que se realizó en todo el país demostró
que en realidad son dos. Investigadores santafesinos colaboraron con los
análisis moleculares.*
Hasta hace poco tiempo, los ictiólogos sabían que existían cuatro especies
del género Salminus, comúnmente conocido como dorado: Salminus
brasiliensis, Salminus franciscanus Salminus hilarii y Salminus
affinis, que se diferencian por características morfológicas y por el área
que habitan. Sin embargo, evidencias moleculares recientes indican que hay
dos entidades dentro de Salminus brasiliensis, uno de los principales
objetos de pesca deportiva de nuestro país
La historia que termina con el hallazgo de esta nueva variedad de dorado
comienza nada menos que con la observación popular: la de pescadores de la
provincia de Corrientes que notaban sutiles diferencias entre los peces que
capturaban: “Decían que había dos dorados distintos. Esta inquietud captada
por los investigadores fue algo que finalmente comprobamos, que lo que se
pensaba que era una especie, en realidad son posiblemente dos, forman dos
linajes genéticos distintos”, indicó Eva Rueda, del Laboratorio de
Genética, Departamento de Ciencias Naturales de la Facultad de Humanidades
y Ciencias (FHUC) de la Universidad Nacional del Litoral (UNL) y el CONICET.
En el trabajo participaron científicos de todo el país: además de la UNL,
trabajaron investigadores del Grupo de Biotaxonomía Morfológica y Molecular
de Peces (BIMOPE-Universidad Nacional de Mar del Plata--CONICET); del
Instituto de Ictiología del Nordeste (Facultad de Ciencias Veterinarias,
Universidad Nacional del Nordeste-CONICET); del Laboratorio de Genética
(Departamento de Biología, Universidad, Nacional de Mar del Plata); de la
División Zoología Vertebrados (Universidad Nacional de la Plata) y de la
Unidad Ejecutora Lillo (Fundación Miguel Lillo-CONICET, San Miguel de
Tucumán).
*Taxonomía o genética*
Rueda señaló que existe un gran debate en la actualidad en cuanto a cómo se
realiza la diferenciación de especies. Por un lado, la perspectiva de la
taxonomía clásica o tradicional, que realiza una diferenciación de las
especies a partir de rasgos morfológicos y, por otro, desde la taxonomía
“molecular” donde se comparan secuencias de ADN (ácido desoxirribonucleico)
entre los organismos. Estas secuencias se utilizan para identificar
especies, encontrar denominadores comunes y estudiar la variabilidad e
historia de dichas especies. “El problema con la taxonomía tradicional es
que algunas especies presentan diferencias morfológicas como resultado de
la adaptación al medio y esto es muy frecuente en los peces, que se adaptan
a distintas condiciones de salinidad del agua o de concentraciones de
oxígeno, por ejemplo. A pesar de estas diferencias, cuando estudiamos el
ADN nos encontramos con que dos ejemplares que parecen ser distintos son de
la misma especie. Del mismo modo, dos especies que morfológicamente son
indistinguibles una de la otra estudiando marcadores moleculares podemos
llegar a diferenciarlas como posibles especies distintas. Y esto es lo que
ocurrió con dorado”, abundó.
En el trabajo con el dorado, los investigadores analizaron más de 90
muestras representativas de 19 sitios de Argentina, Brasil y Paraguay. El
trabajo fue liderado por Juan José Rosso y Rueda participó en el análisis
de las muestras. “Extrajimos el ADN de los distintos ejemplares,
amplificamos, es decir, obtuvimos varias copias, de un gen marcador y
luego, mediante análisis genéticos y estadísticos, comparamos todos los
individuos desde su ADN y los agrupamos según cuánto más parecidas eran
estas secuencias. Para ello también se aprovechó la participación de
nuestro país en el consorcio del Proyecto Internacional del Código de
Barras de la Vida (iBOL), cuyo objetivo principal apunta a la obtención del
‘código de barras’, también llamado huella genética, de todas las especies
del mundo, agregó.
“Mi trabajo consistió en comparar las secuencias de ADN para ver
diferencias y similitudes. Con esos datos armamos una especie de árbol que
nos indicaba que había dos linajes genéticos de dorado, uno de los cuales
estaría más emparentado con los dorados que hay en el norte de Brasil.
Ahora resta saber si esos datos coinciden con la morfología, pero la señal
genética es muy fuerte”, continuó Rueda.
*Mejor la variabilidad*
Los especialistas en genética saben que cuando existe una amplia
variabilidad genética, mayor es la posibilidad de que una población pueda
responder a los cambios ambientales. Por otra parte, una reducción puede
contribuir a la extinción de la especie. Si se somete a los ecosistemas a
presiones como, por ejemplo, la construcción de una represa, en el caso de
los peces migradores se afecta directamente el ciclo de vida, ya que
interrumpe los circuitos migratorios con fines reproductivos, reduciendo la
“diversidad genética” de las poblaciones y promoviendo lo contrario, la
endogamia, cuando se cruzan individuos genéticamente relacionados. “En
humanos los efectos de la endogamia están muy estudiados. En poblaciones
muy cerradas, que se mezclan entre familiares, aumentan los casos de
enfermedades hereditarias, por ejemplo. La naturaleza evita la endogamia”,
aseguró Rueda.
La investigadora, que también estudia otros peces migradores de agua dulce
que tienen interés económico y que están sometidos a pesca comercial, como
boga, surubí y sábalo, señaló que el trabajo sirve para mejorar la
conservación de las especies y para diseñar mejores políticas de manejo:
“Para esta historia en particular nos surge una pregunta: ¿Qué tipo de
dorado estamos pescando?”, finalizó.
*Descargar imagen*
Ubicación de las muestras analizadas
http://web9.unl.edu.ar/noticias/news/download/26150
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