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Divulgación
Estadística, la ciencia detrás de las elecciones
*Dos matemáticos que realizan sus investigaciones en el campo de la
estadística, hacen un repaso sobre las diversas formas de medir la
intención de voto. El azar y las muestras, las claves de una buena
predicción.*
Al cerrarse las urnas comienza una intriga difícil de sobrellevar para los
candidatos y el pueblo ¿quién ganó? Mientras que la televisión compite por
develar los resultados y las empresas que realizan encuestas viven sus
cinco minutos de fama, hay una ciencia que ayuda a bajar los nervios con
datos de la realidad: la estadística.
Ricardo Fraiman (Universidad de la República – Uruguay) y Liliana Forzani
(FIQ-IMAL UNL-CONICET), doctores en matemática y precursores en la
provincia de la investigación estadística, trabajan juntos en un proyecto
financiado por el Mercosur. Aprovechando la visita del investigador
uruguayo y con un año electoral por delante, analizaron los beneficios y
los problemas que plantean los métodos para predecir los resultados
electorales.
“Las encuestas a boca de urna, en general le erran, no sólo porque la gente
miente sino porque no responde”, explica Fraiman. “Con las mesas testigo,
el resultado no se obtiene de una respuesta sino que se proyecta en base a
resultados de mesas que uno eligió. En ese caso, el tema es elegir bien las
mesas”, indicó.
*Sondeos de opinión, cuotas y sesgos*
Estados Unidos fue uno de los primeros países en realizar y perfeccionar
los sondeos de opinión. Ya en 1916 la revista *Literary Digest*, era famosa
por la notable puntería de sus encuestas pre-electorales. Hasta 1936.
“Ese año se transformó la técnica de muestreo no sólo porque no ganó el
candidato que predecían sino que lo hizo el otro por un margen muy grande”,
cuenta Forzani. Tal como lo venía haciendo, el *Digest* mandó por correo su
cuestionario a 10 millones de personas, de las cuales 2,4 respondieron
dando como ganador a Landon sobre Franklin D Roosevelt que buscaba su
reelección. Las urnas mostraron en cambio una victoria de Roosevelt con el
62% de los votos.
Forzani explicó que en ese momento los encuestadores tuvieron dos
problemas. “Primero fue lo que se llama sesgo de selección, es decir que
fallaron en decidir a quién le mandaban el cuestionario, porque era gente
con teléfono y el candidato que ganó era un demócrata, al que lo votaba más
la gente sin teléfono. El segundo es una distorsión llamada sesgo de la no
respuesta, porque solo 2.4 de los 10 millones respondieron. Entonces estuvo
el problema de quién respondía, porque solo lo hacía el que estaba muy de
acuerdo o muy en desacuerdo. De esa elección se aprendió mucho y empezó a
cambiar la estadística de muestreo”.
Diez años más tarde, en las elecciones presidenciales de 1948, las
encuestas volvieron a fallar rotundamente y eso produjo otra modificación,
esta vez en la toma de la muestra. “En esa época se usaba el muestreo por
cuotas, donde se selecciona a la muestra con la intención de que se parezca
a la población. Por ejemplo, si las mujeres son el 54% de la población que
vota entonces hay que tener un 54% de mujeres encuestadas. Lo mismo con la
edad y otras variables, se ponen cuotas sin nada de azar”, indica Fraiman.
“El problema es que es imposible poner cuotas de todo”.
Después de esas elecciones comenzaron a utilizarse las muestras aleatorias.
El cambio se relacionó con la aparición de las leyes de los grandes
números, que explican mediante teoremas cómo el azar se ocupa de acomodar
las muestras para que estén cerca de la media de una población. “Parece
raro eso del azar pero funciona mejor”, dice Fraiman. “Por ejemplo, si uno
tira 10 mil veces una moneda equilibrada al aire, ¿cuántas veces va a salir
cara? Un valor muy cercano al 50%. Eso es lo mismo con todas las variables”.
*Las mesas testigo, beneficios y riesgos*
Las encuestas previas sirven para predecir pero muchas veces difieren de lo
que realmente pasa en el cuarto oscuro. Por eso hay dos sondeos que se
realizan el mismo día de la elección: las encuestas a boca de urna y las
mesas testigo.
“Las encuestas de boca de urna, en general le erran, no solo porque la
gente miente sino porque no responde”, dice Fraiman. “Si el 40% de los
encuestados no contestó hay un sesgo de la no respuesta”. El investigador
explica que algunas personas realizan las proyecciones de la no respuesta
con resultados de la elección anterior. “Eso es un disparate porque el que
no responde cambia en todas las elecciones”.
En el caso de las mesas testigo, la ventaja es que no dependen de las
respuestas de los votantes sino que las proyecciones se realizan en base a
resultados de mesas previamente elegidas. “Los votos de partido en esa mesa
son fidedignos, no tienen error”.
Fraiman indicó que para armar el sistema de las mesas no hacen falta
cálculos complicados, sino que lo más importante es dividir la ciudad en
zonas que se puedan medir y proyectar. “Hay que buscar zonas homogéneas y
ahí la experiencia de buenos politólogos y buenos sociólogos, más la de
elecciones anteriores, es fundamental”.
En cada una de esas zonas se eligen mesas que se toman para generar la
tendencia mediante un cálculo que saca el promedio ponderado con factores
de expansión de cada candidato. “Si elegiste 100 mesas, como en cada uno
votaron 300 personas, tenes una muestra de 30.000 personas”.
Para acelerar los tiempos y ajustar la tendencia Fraiman propone elegir
tres mesas por zona en lugar de una. “La que manda primero el reporte se
toma para hacer la tendencia y después, cuando llega el segundo, se compara
con el primero y se van ajustando las proyecciones”.
Ambos investigadores coinciden en que los errores en las tendencias no se
deben a una falla en los cálculos estadísticos sino porque están mal
elegidas las mesas. “Eso los estadísticos no lo sabemos, es un *know-how* de
gente que tiene otra experiencia”, indica Fraiman. El resto del proceso es
muy simple y efectivo. “Es casi gratis para los partidos, es insólito que
no lo hagan”, concluye.
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