Desarrollo
Economía
Ecológica: una nueva mirada a los Bajos Submeridionales
La región, que ocupa parte de Santa Fe, Chaco y Santiago
del Estero, posee épocas de sequía y de inundación que complican la producción.
Sin embargo, provee servicios poco valorados, muchos de los cuales no pueden
ser generados por el hombre.
Cerca de 3 millones de hectáreas abarca el
sistema que se conoce como Bajos Submeridionales, pero desde la Economía
convencional es considerada como una zona de poco valor. El motivo es la
alternancia de períodos de sequías e inundaciones con un régimen de precipitaciones
mensuales muy irregular, características que condicionan las actividades
productivas y sociales. Sin embargo, posee valores que no pueden ser generados
artificialmente por el hombre, según otra perspectiva.
“Es una zona del norte de la provincia que tiene
una gran complejidad debido a su dinámica hídrica, que la hace comportarse, por
momentos, como humedal. Tiene la complicación de pasar por momentos de
abundancia de agua, pero también de escasez, situaciones que tienen muchas
implicancias en la actividad productiva y en el desarrollo económico en
general. A la vez, se la ha descuidado mucho por tomársela como de poco valor
en el sentido de la Economía convencional, pero que desde la mirada de la
producción de servicios ecosistémicos cumple distintas funciones que deben ser
tenidas en cuenta”, destacó Claudio Passalía, ingeniero Ambiental e
investigador del CONICET en la Facultad de Ingeniería y Ciencias Hídricas
(FICH) de la Universidad Nacional del Litoral (UNL).
En este sentido, la disciplina conocida como
Economía Ecológica plantea una perspectiva desde el desarrollo sostenible y una
mirada transdisciplinar de los problemas ambientales, entendidos como
socioambientales, ya que es preciso el cuidado intergeneracional e
intrageneracional, en la contemporaneidad y en el futuro, según contó.
Las funciones de las que habla Passalía son las
que dan sustento a todas las actividades económicas y humanas en general, pero
que no son contabilizadas ni pasan por los mercados: “Los Bajos
Submeridionales, como cualquier ecosistema, producen servicios. Un ejemplo es
la regulación hídrica que permite, por ejemplo, controlar los déficits o
excesos de agua, que si se los maneja en forma inadecuada, esto tiene
implicancias en la producción. Si tenemos deforestación o canalizaciones
indebidas, es probable que esa función de regulación de estrés hídrico se vea
minimizada. De alguna forma, el valor que se podría estimar para ese ecosistema
sería, como mínimo, la consideración de las pérdidas económicas que pueda haber
en la Economía convencional, lo que pasa por el mercado”, aseveró.
Lo mismo sucede en otros ecosistemas con otras
funciones, en servicios vitales como, por ejemplo, la polinización, sin la cual
sería imposible que existan cultivos que son commodities. “Hay otros que la
Economía Ecológica los considera como servicios o stocks ambientales críticos y
que no pueden ser sustituidos por la artificialidad del hombre, por capital
construído. Son ejemplos la fotosíntesis o la capa de ozono, cuestiones
ambientales que nos dan la posibilidad de desarrollarnos como especie y sin los
cuales no podríamos existir”, continuó.
Gestión
integrada
Por otro lado, Passalía destacó la necesidad de
una gestión integrada en ecosistemas como los de los Bajos Submeridionales. “Es
una herramienta que ve a los ecosistemas desde períodos de tiempo
considerablemente largos, con una mirada transdisciplinar que tiene que ver con
las cuestiones técnicas, sociales, legales, ya que contempla marcos jurídicos y
la organización de la sociedad en determinado lugar. Mirar las implicancias que
puede tener la toma de una u otra decisión contempla un diálogo de saberes, una
mirada integral donde las cuestiones económicas, sociales y ambientales traten
de ir hacia un punto en el que las partes se vean potenciadas, en vez de ir
hacia un único sentido y que alguna de ellas se vean perjudicadas”, afirmó´.
“Todos sabemos que las actividades económicas
pueden dar trabajo, pero si a la larga degradamos el medio ambiente, es difícil
que luego las personas puedan tener un usufructo de él. La gestión integrada de
los recursos naturales implica entonces las posibilidades técnicas, las
posibilidades a corto y largo plazo, la integración con lo social, la dinámica
urbana y el medio. Pasa por la transdisciplinariedad, con lo coyuntural y lo
estructural, por decisiones políticas, por tener en cuenta que los tiempos en
el medio ambiente son mucho más a largo plazo que las decisiones en la economía
y en la política. La mirada integral debe tener ese horizonte en mente y dar
unas respuestas que contemplen la mayor cantidad de aspectos posibles y no con
un sólo criterio”, observó.
Al mismo tiempo, Passalía recordó que siempre
entran en juego los intereses. “Las cuestiones ambientales se ven teñidas por
el hecho de que la principal degradación es por las actividades económicas, que
son lucrativas y, en la medida de que son más rentables, tienden más al daño
del medio ambiente. La Economía Ecológica ha tratado de incorporar algún tipo
de mirada crítica en relación al lucro y a las empresas que producen un
impacto”, manifestó.
Equilibrio
Finalmente, Passalía sostuvo que lo importante
es encontrar un equilibrio entre la cuestión ambiental y la económica: “Es
necesario establecer cupos, regulaciones y hacerlas cumplir, que muchas veces
es lo más difícil, e ir tendiendo a tecnologías que sean lo más amigables
posible con el medio ambiente. El riesgo de no hacerlo es el de una degradación
total del ecosistema, de su productividad. Un bosque, por ejemplo, provee
muchos servicios ambientales como la captura de dióxido de carbono, sombra o
hábitats para diversas especies. El mal manejo puede llevar a la pérdida de
esas estructuras tan complejas”.
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