Innovación
Glaucoma: estudian la compatibilidad electromagnética de
un implante
Santafesinos estudian los posibles efectos adversos que
pueden provocar las radiaciones que producen distintos aparatos en un sistema
de microválvulas para contrarrestar la hipertensión ocular.
Hace una década que investigadores santafesinos
trabajan en darle una solución al problema del glaucoma y lo hacen por medio de
un sistema de microválvula que reducen la presión ocular, el principal problema
de la enfermedad que es la primera causa de ceguera a nivel mundial. Ahora
trabajan en un detalle no menor: las interferencias que distintos aparatos le
producen al dispositivo.
La solución está en estudio, ya que forma parte
de una tesis de doctorado iniciada en 2012 y que finalizará en 2017, y que
solucionaría un gran problema que posee una microválvula ideada por un equipo
liderado por Fabio Guarnieri, investigador del INTEC (UNL-CONICET). “Este tipo
de implantes sería un último recurso cuando los demás tratamientos fallaron.
Posee una cánula, que se coloca dentro del ojo, que permite bajar la presión
intraocular y un mecanismo activo que regula la cantidad de humor acuoso que
drena y que precisa energía, la que se provee por medio de una especie de
transformador con dos antenas alineadas y que transfiere energía por medio de
un campo electromagnético. El paciente tiene una antena en su ojo y otra
afuera, en un dispositivo externo, que le transfiere energía a la primera”,
detalló Federico Schaumburg, el autor del trabajo.
Habida cuenta de la forma de alimentar al
implante, los investigadores analizan también si se producen problemas en los
tejidos del ojo o en el aparato en sí cuando se encuentra expuesto a otros
campos magnéticos. “Un microondas, un detector de metales, los radares, un
cable de la red eléctrica o un router de wifi, por ejemplo, pueden producir que
el aparato funcione mal”, sostuvo Schaumburg.
Modelos
“El problema surge cuando la persona queda
expuesta a algún campo electromagnético que no sea el propio del aparato como,
por ejemplo, un detector de metales, un microondas o los sistemas de vigilancia
de los comercios que usan antenas. Todos esos aparatos y muchos más emiten
radiación”, agregó Schaumburg, doctorando de Ingeniería en la Facultad de
Ingeniería y Ciencias Hídricas (FICH) de la UNL.
En su proyecto estudia cómo esos campos electromagnéticos
interactúan con el implante, si generan efectos adversos en el paciente.
“Trabajamos con modelos numéricos, que son una forma de simular la realidad en
una computadora. En particular usamos el método de los elementos finitos, que
permite obtener una solución simplificada del problema en una geometría
compleja”, comentó.
En este sentido, afirmó que se deben construir
modelos para cada tipo de radiación electromagnética y evaluarlos, lo que
complica más el trabajo. “Mientras más pequeño sean los implantes es mejor la
respuesta del cuerpo, de los tejidos, la respuesta inflamatoria. Sin embargo,
lo que nos limita es el tamaño de la antena. Pero dada que esta es la forma de
alimentar al implante debemos ver si hay algún tipo de efecto adverso o nocivo en
el paciente o en el aparato en sí”, consideró.
Efectos
adversos
Una vez evaluados esos modelos, Schaumburg
estudiará la representación de cada frecuencia, además de investigar qué sucede
con los tejidos cuando el implante está expuesto a la radiación. “Queremos
saber, por ejemplo, qué pasa cuando la antena comienza a producir calor en
determinada frecuencia. Un campo electromagnético puede producir dolor, aumento
de la temperatura de los tejidos, o la estimulación de algún nervio: se puede
escuchar algún sonido molesto, por ejemplo. En el caso de la microválvula, el
efecto más importante es el térmico y queremos evaluarlo para cada frecuencia”,
consideró.
De acuerdo con Schaumburg, existen normas que
especifican muy bien el espectro de señales electromagnéticas a las que estamos
expuestos todos los días. “Es un universo más grande de lo que pensamos. Hice
un estudio de las fuentes cotidianas y luego me basé en una norma para
implantes cocleares, que tienen aspectos en común con las microvávulas, para evaluar
los riesgos que puede conllevar la exposición a radiaciones electromagnéticas.
También adapté esa norma, ya que no contemplaba algunos puntos, agregándole
algunas frecuencias de estímulo”, abundó.
De esta manera, armó un modelo computacional
para cada frecuencia de estímulo, que evaluará específicamente. Una vez hecho
ese trabajo, el próximo paso será ver la manera de contrarrestar los efectos
adversos. “El fin es que el aparato sea menos sensible a las radiaciones. Se
pueden poner filtros o encriptar la comunicación, por ejemplo, que es un
trabajo que dependerá de los investigadores que trabajan en el diseño. Son
soluciones ya estudiadas”, finalizó Schaumburg.
Pie de foto:
Geometría que representa la distribución del índice
de absorción especifico (SAR) en una persona implantada con la microválvula,
expuesta a un campo electromagnético de 8,5MHz.