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Patrimonio
La Escuela Industrial Superior de la UNL pone en valor la
escultura del patio central
/En el marco de los 112 años de la nacionalización de la Escuela
Industrial Superior, la restauración del bajorrelieve que hizo Miguel
Ángel Schiaffino en 1950, ingresa en su última etapa. Para planificar
la recuperación de esa escultura, Margarita Panza y Roxana Biaggini
indagaron en su historia, que incluye una visita del pintor Benito
Quinquela Martín para su inauguración y la donación de dos de sus
obras, que hoy integran el patrimonio de la Universidad Nacional del
Litoral./
Un mapa de 1924 de la provincia de Santa Fe, de dos
metros por cuatro; un banderín de fieltro que encabezaba las
delegaciones de la Escuela Industrial Superior en eventos deportivos
de la década de 1910; instrumentos de los laboratorios de física y de
química, de comienzos del siglo XX. Todas esas cosas se preservan en
el Museo “Profesor Enrique Muzzio”. Pero en este momento, la pieza que
concentra la atención de su encargada, la museóloga Margarita Panza,
no está a resguardo en las vitrinas sino en el patio central de la
escuela. La escultura que hizo Miguel Ángel Schiaffino a mediados del
siglo pasado, resplandece ahora bajo el sol de noviembre y recupera de
a poco su aspecto original. Ese es el objetivo que fijaron Panza y su
colega Roxana Biaggini, profesora de artes visuales, artista plástica
y responsable de conservación preventiva del Museo de Arte
Contemporáneo de la UNL.
Para el director, Mario Alliot, esta puesta en valor es el mayor hito
del Museo, que abrió en el año 2009 en los festejos por los 100 años
de la nacionalización de la EIS; y en particular desde 2014, cuando
decidió priorizarlo y ampliar su alcance más allá de la comunidad
educativa. En esa línea destacó la participación en eventos como la
Noche de los Museos, la incorporación de personal especializado y las
actividades organizadas con distintas cátedras. “Todo el edificio es
un museo abierto si se tiene en cuenta su historia”, dice. Eso lo
mantiene vivo, pero también exige un mantenimiento planificado,
permanente y mucho cuidado por parte de toda la comunidad. “Para poder
cuidar la escuela necesitamos conocerla, por eso valoramos la tarea
que realiza el Museo y esta restauración en particular, por todas las
áreas que se comprometieron para que sea posible”, valoró Alliot.
TRABAJO INTERDISCIPLINARIO
Para elaborar el plan de trabajo, Panza y Biaggini
contaron con la colaboración de la Dirección de Obras y Servicios
Centralizados de la UNL. El proyecto se presentó a la Secretaría de
Ciencia, Arte y Tecnología para obtener financiamiento y enmarcar la
intervención dentro de los criterios de conservación de obras
artísticas que aporta el MAC. De acuerdo con esas pautas, los trabajos
que se llevan a cabo en la escultura de 1.80 por 3.46 metros,
priorizan devolverle a la obra sus características originales
respetando la autenticidad de los elementos materiales y cumplen con
el requisito de poder revertir lo que se hace ahora si en el futuro se
desarrollan mejores técnicas o materiales.
Un antecedente cercano para la preservación de la escultura fue en
2016, cuando se detectó que el muro de contención sufría una
inclinación que la ponía en peligro de derrumbe. Después de sanear
problemas en los desagües del patio que habían socavado las bases, se
dio intervención a los profesores Roberto Contini y Ricardo Pujato
junto a estudiantes de Construcción que se encargaron de estabilizar
nuevamente el muro y consolidarlo. “Este trabajo es
interdisciplinario. Entre todos estamos recuperando este patrimonio
cultural que está dentro de la escuela y eso es un aprendizaje
maravilloso”, destaca Margarita cuando repasa el proceso en el que
también intervino el Laboratorio de Química de la escuela, a cargo de
Jorge Salvetti, para realizar los análisis a las muestras tomadas de
microorganismos sobre la piedra. Desde Buenos Aires, contaron con el
asesoramiento de Laura Vilma Pérez Casalet, especialista que se
desempeña en el Área de Conservación y Restauración del Palais de Glase.
TRAS LOS PASOS DE SCHIAFFINO
Las restauradoras realizaron una investigación para poner
en contexto la obra fechada en 1950, su técnica de construcción y los
valores estéticos, históricos y simbólicos que tiene. Miguel Ángel
Schiaffino nació el 23 de mayo de 1915, en Tostado. Ingresó a la EIS
en 1950, donde se desempeñó durante 10 años como docente de
Encuadernación. En el legajo personal que se conserva en la escuela se
menciona que tenía formación en escultura, dibujo y encuadernación y
en Bellas Artes, por la Academia Juan Cingolani. A partir de esos
primeros datos, se pudo contactar a Susana Schiaffino, hija del
artista.
En el encuentro con ella pudieron comprobar que el vínculo con las
artes plásticas tiene mucha presencia en la familia, ya que Miguel
Ángel era nieto de Eduardo Schiaffino, fundador y primer director del
Museo Nacional de Bellas Artes y primer historiador del arte
argentino. También confirmaron que la dirección de la escuela había
encargado la obra a su padre, en el marco del Año del Libertador San
Martín, que se conmemoró en todo el país durante 1950. Schiaffino
trabajó durante ese año en los talleres de la EIS y poco antes de
terminarla recibió la visita de Benito Quinquela Martín. Una foto
retrata ese momento en el patio de la escuela, con la escultura
situada junto al mástil, detrás de un grupo de personas que
colaboraban para emplazarla en ese lugar, rodeados de tablones, baldes
y herramientas. Al pie de la imagen, escribió el escultor: “Mi amigo
Quinquela Martín. En la visita que me realizara cuando ejecutaba el
trabajo de mi obra en la Escuela Industrial de la Nación”.
Además de visitar a su amigo, el pintor donó dos de sus obras que hoy
integran el patrimonio artístico de la UNL: “Cargando el horno de
acero”, un óleo sobre tela de 150 x 162 cm, que se encuentra en la
Facultad de Ingeniería Química; y “Fábrica en actividad”, un
aguafuerte de 80 x 98 cm que permanece en la EIS.
EN ETAPAS
“Técnicamente, la escultura es un bajorrelieve en piedra
reconstituida”, explica Roxana Biaggini, “es decir que las figuras que
sobresalen del plano no se logran tallando el material”. Se realiza
una pieza original en barro y a partir de ella, un molde de yeso donde
se vierte el mortero. Los dos se destruirán durante el proceso para
dejar paso a la pieza final que luego se adhiere a un soporte, en este
caso un muro vertical.
En las fotos que atesora Susana Schiaffino se observaron detalles
valiosos del trabajo que realizó su padre, y un dato importante para
decisiones que se tomaron durante la puesta en valor: la escultura no
fue pintada originalmente, por lo que las capas que se veían
descascaradas habían sido incorporadas después y no por decisión del
artista. En la primera limpieza que se hizo como parte de la
restauración, se comprobó esa idea ya que en la mezcla había mica, de
arena que se había traído desde Córdoba. "Al identificar que el
mortero tenía mica entendimos que con ese mineral el artista buscaba
un efecto sobre la superficie”, profundizó Roxana.
Con esos datos pusieron manos a la obra con una primera limpieza en
seco para retirar suciedad superficial, telarañas, insectos. Lo que
siguió fueron semanas de una limpieza mecánica, sin intervención de
químicos ni maquinarias, retirando con bisturí y un cepillo suave las
capas de pintura que se habían aplicado a la escultura a lo largo de
décadas. Ese trabajo meticuloso fue dejando al descubierto el material
original, pero también pliegues, detalles y texturas que se habían
perdido.
En la siguiente etapa se eliminaron hongos y líquenes, con los
productos apropiados, de acuerdo con el análisis de laboratorio. En el
muro que contiene el bajorrelieve se repararon grietas y se hizo una
impermeabilización para evitar el ingreso de suciedad y humedad. Los
últimos pasos son la reintegración de material faltante, la
consolidación en áreas salientes y la protección de la superficie para
su mejor conservación ya que está emplazada a la intemperie.
Hasta el momento no se pudo dar con el título de la obra o documentos
donde el artista se exprese acerca de lo que quiso representar. Pero
hay elementos claros que dan indicios para una posible interpretación.
A la izquierda de la escena, el efebo sobresale del plano sosteniendo
una antorcha con el brazo que se extiende hacia la otra mitad de la
composición, donde emergen tres figuras femeninas. Una de ellas
sostiene el escudo nacional, otra rompe una cadena con sus manos, y la
tercera se apoya sobre un gran engranaje. A primera vista, dice Roxana
Biaggini, el artista retomó la rueda, el engranaje y toda esa
simbología que remite al progreso a través del trabajo. “La figura que
ilumina la escena recuerda al efebo del sello mayor de la UNL, refiere
a la luz del conocimiento, al esfuerzo y el avance por medio del
trabajo que son de alguna manera los pilares de la EIS”, sintetizó
Margarita Panza.
Descargar fotos:
https://www.unl.edu.ar/noticias/news/download/70739
https://www.unl.edu.ar/noticias/news/download/70740
https://www.unl.edu.ar/noticias/news/download/70740
https://www.unl.edu.ar/noticias/news/download/70742
https://www.unl.edu.ar/noticias/news/download/70743
https://www.unl.edu.ar/noticias/news/download/70741 - Visita de Benito
Quinquela Martín.
Crédito: Archivo personal de Susana Schiaffino
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