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5 de junio
UNL: Mujeres científicas que trabajan por el cuidado del ambiente
/En el Día Mundial del Medio Ambiente, expertas UNL reflexionan sobre
el papel que juega el Estado y el desarrollo científico-tecnológico en
el cuidado del ambiente y se preguntan cómo actuar ante la
contaminación y el tratamiento de desechos industriales./
Cada año se celebra el Día Mundial del Medio Ambiente el
5 de junio, establecido en 1972 por la Asamblea General de las
Naciones Unidas, y es una oportunidad para promover su protección para
las generaciones presentes y futuras.
Es en este sentido, desde la Universidad Nacional del Litoral se
llevan adelante múltiples acciones para proteger el planeta: un
ejemplo son cuatro trabajos de investigación de mujeres, ingenieras,
biólogas que trabajan día a día para buscar soluciones a los problemas
ambientales, aunque sostienen que la realización de acciones de
cuidado nos compete a todos, desde las más diversas áreas y disciplinas.
REMEDIACIóN DE AMBIENTES CONTAMINADOS
María Laura Fiasconaro es investigadora en el grupo de
Ingeniería de Fotorreactores y Tecnologías Ambientales en el Instituto
de Desarrollo Tecnológico para la Industria Química
(INTEC-UNL-CONICET) donde desarrolla diferentes proyectos de
investigación con el objetivo de producir conocimientos científicos y
tecnológicos que puedan ser aplicados para la restauración y
remediación de ambientes contaminados.
Es egresada de la Facultad de Humanidades y Ciencias
(FHUC-UNL) en la carrera de licenciatura en Biodiversidad y realizó
una beca doctoral en la Universidad de Navarra (Pamplona. España).
Sostiene que “Todos somos el medio ambiente” y es en este sentido que
“debemos tener en cuenta que el medio ambiente nos pertenece a todas
las personas y que el hecho que no se tomen las medidas necesarias
para preservarlo nos perjudica a todos en todos los niveles
(educación, salud, economía, entre otras)”.
“Mi tema de investigación está íntimamente relacionado
con el cuidado del ambiente, ya que se basa en la aplicación de
productos obtenidos a partir de la degradación aeróbica de
determinados residuos y efluentes, a través de la fitorremediación”,
continúa Fiasconaro.
La fitorremediación aprovecha la capacidad de ciertas
plantas para absorber, acumular, metabolizar, volatilizar o
estabilizar contaminantes presentes en el suelo, aire, agua o
sedimentos, tales como metales pesados, metales radioactivos,
compuestos orgánicos y compuestos derivados del petróleo.
Por otro lado, cuando “hablamos de digestión aeróbica
nos referimos a la producción de una degradación de determinado
residuo solo y/o mezcla de residuos que generen un compost con
determinadas característica para ser aplicado como enmienda orgánica
-comúnmente llamado abono- y/o como mejorador de suelos”, aclara. En
otras palabras, “este compost puede ser aplicado en suelos degradados
(salinos, contaminados, entre otros) para estimular la biota edáfica y
contribuir a que ese suelo ‘sane’”; enfatiza Fiasconaro.
“Junto a mi grupo de trabajo, hemos realizado diferentes
experiencias en las que se han generado compost a partir de residuos
de industrias y luego han sido aplicados a cultivos para mejorarlos o
bien para reemplazar parcialmente la aplicación de fertilizantes”,
destaca Fiasconaro.
“El Estado nacional debe velar por la salud de sus
ciudadanos y esa salud está signada por el ambiente. Pensemos en que
el agua dulce es un recurso que se debe cuidar al máximo ya que es
fundamental para el desarrollo de la sociedad, las zonas verdes
protegidas ayudan a la regulación del clima no solo a nivel local sino
a niveles más amplios; lo que implica que es el Estado nacional el que
debe regular para que los recursos naturales se preserven y sean
duraderos en el tiempo”, finaliza Fiasconaro.
ADN AMBIENTAL
Patricia Amavet, es profesora de Biología (FHUC-UNL),
licenciada en Biodiversidad (FHUC-UNL) y Doctora de Ciencias
Biológicas (UBA) e investigadora del CONICET. Estudia el ADN ambiental
como herramienta de monitoreo y conservación de la fauna silvestre.
“Todo comenzó mientras cursaba mi carrera universitaria,
gracias al acompañamiento de docentes de la FHUC y cuando comencé a
trabajar como guía de la Granja La Esmeralda, parque de vida silvestre
de la ciudad de Santa Fe, donde se despertó mi pasión por el cuidado
de la naturaleza. Luego, a través de la realización de una Beca de
Iniciación a la Investigación, tradicionalmente conocida como
Cientibeca, nació mi interés por la investigación”, enuncia Amavet.
“El ADN ambiental es el material genético que uno extrae
a partir de muestras ambientales (agua, suelo, sedimentos, aire), es
decir, que se encuentra en el medio ambiente, fuera del cuerpo de los
organismos, quienes dejan sus rastros biológicos. En un ecosistema,
los organismos lo liberan a través de sus excreciones, células muertas
o fluidos corporales. A partir del ADN ambiental se puede conocer,
obtener información sobre las especies que habitan en ese ecosistema
(sean vertebrados, invertebrados, bacterias, entre otros)”, explica
Amavet.
“Es sumamente valioso obtener el ADN ambiental porque
permite identificar especies, analizar la biodiversidad del
ecosistema, cuantificar abundancia de especies y, al mismo tiempo, es
útil para identificar especies crípticas o pocos frecuentes, como por
ejemplo el aguará guazú/ (Chrysocyon brachyurus) /del que no se conoce
con certeza su distribución”, indica Amavet.
“Es esencial que el Estado nacional cuente con
una legislación actualizada, es decir, al día de acuerdo a la
situación de cada especie. También que realice el control del tráfico
de productos o ejemplares de la fauna en rutas y fronteras para
evitar, por ejemplo, el comercio ilegal de la fauna autóctona”, añade
la investigadora.
En este sentido, Amavet advierte que “la problemática
ambiental nos compete a todos y como ciudadano puede realizar pequeñas
acciones positivas, por ejemplo, ahorrar energía apagando las luces
que no utiliza, realizar separación domiciliaria de residuos, no
arrojar basura en la calle, entre otras”.
DESINFECCIóN Y SANEAMIENTO AMBIENTAL EMPLEANDO OZONO
María Eugenia Lovato es Ingeniera Química y doctora en
Ingeniería Química (FIQ-UNL). Su interés en la carrera se remonta a la
escuela media: “Mientras cursaba en el Colegio San José de Guadalupe,
por intermedio de una Profesora de Química, realicé una pasantía en el
Instituto de Desarrollo Tecnológico para la Industria Química
(INTEC-UNL-CONICET) y ahí me apasioné por el estudio de la química y
la actividad científica en temas ambientales”.
“En el marco de la pandemia, participé del Proyecto
OxidAr, cuyo objetivo consistió en el desarrollo un sistema integral
de sanitización, basado en la generación de ozono para la desinfección
de espacios públicos, por ejemplo, los colectivos urbanos de
pasajeros”, sostiene la especialista.
“En la actualidad, el desarrollo de procedimientos
sanitizantes basados en ozono puede ser aplicado a diversos
requerimientos. En el INTEC hemos realizado ensayos para demostrar su
actividad sanitizante y desinfectante en base a microorganismos
testigos, como /Staphylococcus aureus, Escherichia coli y Pseudomonas
aeruginosa/, los cuales pueden ser causantes de diferentes tipos de
enfermedades”, expresa Lovato.
También, “hemos obtenido resultados satisfactorios
cuando estudiamos la inactivación de estos microorganismos depositados
sobre distintas superficies y cuando realizamos la ozonización en
medio líquido. Asimismo, en colaboración con un grupo de
investigadoras del Instituto de Lactología Industrial
(INLAIN-UNL-CONICET) hemos estudiado la inactivación de fagos de la
industria láctea mediante ozono, encontrando resultados muy
alentadores para este problema que afecta los procesos fermentativos a
nivel industrial”, añade Lovato.
“El uso del ozono no se restringe únicamente a la desinfección. Hemos
realizado estudios exitosos sobre su aplicación en la remediación de
efluentes que contienen subproductos de la cloración del agua,
herbicidas, compuestos farmacéuticos, colorantes e incluso líquidos
con una alta carga contaminante, como los lixiviados provenientes de
rellenos sanitarios municipales.”
En cuanto al rol del Estado, Lovato destaca, que el
medio ambiente “proporciona una amplia gama de servicios ecosistémicos
vitales para la vida humana, como la provisión de agua potable, la
regulación del clima, la fertilidad de los suelos y la biodiversidad”.
Es en este sentido, “que el desarrollo científico y
tecnológico nacional también juega un papel crucial en el cuidado del
medio ambiente. La inversión en investigación y desarrollo en áreas
como la energía renovable, la gestión y el tratamiento de residuos, la
conservación de recursos naturales y la mitigación del cambio
climático puede generar soluciones innovadoras y sostenibles para los
desafíos ambientales. Al fomentar la colaboración entre instituciones
académicas, el sector privado y el gobierno, el Estado puede impulsar
la creación y adopción de tecnologías más limpias y eficientes que
contribuyan a la protección del medio ambiente y al desarrollo
económico sostenible del país”, concluye Lovato.
VALORIZACIóN DE LA CáSCARA DE ARROZ
Laura Cornaglia y Betina Faroldi, son Ingenieras
Químicas y doctoras en Ingeniería Química (FIQ-UNL). Su tema de
investigación se refiere al desarrollo de materiales avanzados a
partir de residuos industriales para ser empleados en la generación de
energías limpias y, de ese modo, disminuir la contaminación ambiental
debido a que en el sector industrial se generan a diario enormes
volúmenes de residuos que, en la gran mayoría de los casos, generan
problemas ecológico-ambientales.
En este sentido, “un problema ambiental que se genera en
las plantas arroceras es la alta producción de la cáscara de arroz
como residuo”, manifiesta Cornaglia y prosigue: “la cáscara de arroz
se utiliza principalmente en los criaderos avícolas; situación que
puede generar una alta contaminación requiriendo de un testeo
periódico”. Por ello, surge la idea de valorizar la cáscara de arroz a
través de su quemado controlado para la producción de dióxido de
silicio.
“Usamos la cáscara de arroz para generar dióxido de
silicio de elevada pureza y éste puede emplearse como materia prima
para producir materiales para la construcción, pinturas, cosméticos,
farmacología, adhesivos, entre otros”, destaca Faroldi, quien comenzó
su camino en la investigación a través de una pasantía en el Instituto
de Investigaciones en Catálisis y Petroquímica (INCAPE, UNL-CONICET).
La iniciativa de la valorización de arroz comienza hace
más de diez años dentro del grupo de investigación de la Facultad de
Ingeniería Química de la Universidad Nacional del Litoral (FIQ-UNL) y
del Instituto de Investigaciones en Catálisis y Petroquímica (INCAPE,
UNL-CONICET). En 2021 recibieron financiamiento a través de la línea
SF Innovar de la Agencia Santafesina de Ciencia, Tecnología e
Innovación junto a la empresa Risiera SRL de San Javier y un grupo de
investigadores de INGAR. “Este proyecto estuvo enfocado en la
construcción y diseño de una planta piloto para escalar la producción
de sílice de alta pureza a través de la cáscara de arroz que
actualmente se encuentra en operación” comentó Faroldi.
“Consideramos que pasar de laboratorio a escala piloto
fue un paso fundamental; el desafío ahora es ascender a nivel
industrial”, subraya Cornaglia; lo cual posibilitaría resolver una
problemática ambiental dado que en la provincia de Santa Fe la
producción de arroz fue de 154.000 toneladas (cosecha 2018/2019), que
corresponde a un 15% de la producción total de arroz en Argentina,
produciendo 30.000 toneladas anuales de cáscaras.
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