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Ornitología
Estudian las adaptaciones de las golondrinas
*Conocer las tasas de cambio de las temperaturas y cómo las aves pueden
adaptarse a ellas son herramientas valiosas para emprender acciones de
conservación.*
Investigadores de la Universidad Nacional del Litoral (UNL) y del CONICET
estudiaron la biología reproductiva y la dieta de las golondrinas de la
especie Tachycineta para saber cómo las podría afectar el cambio climático
y con ellas a muchas otras especies. Es posible que las aves se queden más
tiempo en algunos lugares o cambien sus patrones de migración aprovechando
la abundancia más prolongada de insectos que existe por las altas
temperaturas.
El estudio, encarado por Martín Quiroga junto al equipo del área de
Ornitología del Instituto Nacional de Limnología (Inali), es parte de un
proyecto llamado Golondrinas de las Américas, que terminó en el año 2012 y
que abarcó todo el continente. Se trataba de un relevamiento basado en el
estudio de cajas nido instaladas en distintos lugares del continente
americano. “En Argentina, los sitios de muestreo se encontraban en Ushuaia,
Buenos Aires, Misiones y Santa Fe. También había en Brasil, Venezuela,
México, Perú, Canadá, Alaska y varios más en Estados Unidos. La idea era
tomar datos de la biología reproductiva y la alimentación para compararlos
en diferentes escenarios ambientales”, recordó Quiroga.
Los investigadores tomaban datos tales como número de huevos que había en
los nidos, cantidad e índice de supervivencia de pichones, su crecimiento y
la dieta de las aves. “La dieta es un aspecto más que importante en el
período reproductivo, porque las hembras deben alimentar a sus pichones,
una actividad que demanda mucha energía, tiempo y riesgos. Se trata de un
período crítico, porque deben pasarse el día alimentando y cuidando el nido
para que no se lo depreden”, aseveró Quiroga.
Según acotó, las especies se reproducen cuando hay mayor oferta de
alimentos, una economía que posibilita la supervivencia. “Nos encontramos
ahora analizando las muestras de dietas colectadas con la idea de saber en
detalle de qué se alimentan. De esta manera, podremos conocer qué alimentos
consumen (se sabe que comen insectos voladores) y su relación con el clima
y el ciclo hidrosemientológico del río. Esto nos permitirá reproducir con
más detalle escenarios climáticos futuros en donde se podría incluir la
abundancia de alimento”, indicó.
*Dieta*
Según el investigador, un dato relevante es conocer cuándo los adultos
alimentan a sus pichones, sobre todo en climas como el del litoral, donde
se da una gran variabilidad de temperaturas. “Tenemos un clima donde un día
hay 34 grados y otro hay 17. Si los pichones no están bien nutridos, en
momentos de baja temperatura se pueden morir”, continuó.
Para conocer los detalles de la dieta, el equipo de Quiroga tomó muestras
de los nidos. “Si encontrábamos las hembras con comida en la boca, se la
retirábamos para luego especificarla. Por otro lado, pusimos unas especies
de aspiradoras que tomaban insectos del ambiente para ver si las aves se
alimentan de algunos en particular o comen lo que encuentran”, manifestó.
En este sentido, Quiroga aclaró que las golondrinas son aves insectívoros
aéreos, es decir, que se alimentan de insectos volando. “Vuelan y comen
insectos pequeños, porque poseen picos pequeños. No tienen la posibilidad
de alimentarse de otra cosa. Hemos encontrado alguaciles, mosquitos,
avispas pequeñas, moscas y partes de langostas, todos insectos de
consistencia blanda. No comen semillas, ya que poseen una dieta ligada a su
tipo de actividad: volar consume mucha energía, por lo cual necesitan
muchas proteínas”, destacó.
A la vez, Quiroga manifestó que los aumentos de temperaturas que se
producen con el cambio climático generan que los insectos aumenten su
actividad. “Tomamos muestras todos los días para ver cómo baja o aumenta la
cantidad de alimento con los cambios de temperatura, datos que cruzamos con
información ambiental que nos da el Centro de Información Meteorológica
(CIM) de la UNL. Cuando baja la temperatura o llueve, supuestamente baja la
captura de insectos. Nos interesa saber cómo las especies se están
adaptando, por qué hay algunas que se quedan durante el invierno, si hay
una abundancia mínimas de insectos que les permita quedarse y no tener que
emigrar. Lo estudiaremos durante todo el 2015”, sostuvo.
*Tasa de cambio*
Al mismo tiempo, expresó que el problema no es el cambio climático en sí,
sino la veloz tasa de cambio que conlleva actualmente, más que nada debido
a las actividades humanas. “Naturalmente, el clima de la tierra fue
cambiando, ya que hubo períodos de mucho calor, pero también de
glaciación y de transición entre esos dos momentos. Sin embargo, los
cambios eran lo suficientemente lentos como para que las especies tuviesen
tiempo de adaptarse. Las respuestas evolutivas demoran, dependiendo de las
especies, desde cientos a miles de años. Los individuos de ciclos de vidas
más cortos (los insectos, por ejemplo) evolucionan en menor tiempo ya que
el lapso que transcurre entre generaciones es menor; pero aquellos de
ciclos de vida más largos requieren de tiempos más prolongados para lograr
adaptaciones a un medio cambiante”, contó.
Según Quiroga, usualmente las especies son bastante plásticas. Sin embargo,
cuando son más especialistas, como cuando comen sólo insectos, es más
difícil que se genere una respuesta a los cambios en el ambiente. “De este
modo, el problema no es que el clima cambie, sino que lo hace demasiado
rápido como para las especies puedan generar cambios adaptativos. Estamos
tratando de entender algunos aspectos que pueden influir en las aves y que
pueden ser modificados con el cambio climático”, afirmó.
Por último, el especialista dijo que a algunas especies un poco de cambio
les podría sentar bien, pero a otras no. “Lo ideal sería que el clima varíe
naturalmente, en las tasas que lo venía haciendo históricamente, pero ya no
es así. La idea de nuestro trabajo es adelantarnos y no ir detrás del
problema, tener información que permita generar acciones en caso de ser
necesario”, culminó.
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