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Inundación, 20° aniversario
Gestionar la emergencia y repensar la ciudad en
convivencia con el río
/A 20 años de la inundación de Santa Fe, la Universidad
Nacional del Litoral (UNL) recupera voces y miradas sobre el rol
asumido durante la emergencia y los desafíos posteriores para pensar
la ciudad desde la gestión del riesgo y la convivencia con el río./
En el año 2003, ante la adversidad que significó la
inundación para la ciudad de Santa Fe, la Universidad Nacional del
Litoral (UNL) asumió un rol central en la gestión de la emergencia en
un trabajo junto con la comunidad santafesina. De la experiencia
vivida durante la catástrofe, surgieron el programa de voluntariado
universitario, la planta de alimentos nutritivos, el desarrollo de
proyectos de extensión y nuevas líneas de investigación vinculadas a
la temática. Gran parte de la currícula universitaria se vio
atravesada por esta situación. Toda la tecnología desarrollada a
partir de las inundaciones tuvo impacto directo y a partir del año
2007 se generaron aportes de conocimientos específicos para el diseño
de políticas públicas estatales centradas en la gestión de riesgos y
resiliencia.
A 20 años, en un ejercicio de memoria y análisis retrospectivo se
recuperan voces para ver qué aprendimos de esa experiencia; y qué tan
preparados estamos hoy para afrontar estas situaciones.
EL CONOCIMIENTO AL SERVICIO DE LA COMUNIDAD
El 29 de abril, las aguas del río Salado dejaron a un tercio de la
ciudad de Santa Fe inundada y miles de santafesinos y santafesinas
debieron abandonar sus hogares, perdiendo bienes materiales, recuerdos
y vidas. La UNL, junto con la Federación Universitaria del Litoral
(FUL) y la radio LT10 AM 1020 tuvieron un rol crucial durante y
después de la tragedia en un trabajo junto con la comunidad, ante una
clara ausencia del Estado y de políticas públicas que hicieran frente
a lo que estaba pasando. “La UNL es una universidad comprometida con
el lugar y el momento que le tocó vivir, una verdadera universidad
reformista que en esta catástrofe reemplazó prácticamente a lo que
tendría que haber hecho el estado tanto municipal, provincial y
nacional que nunca estuvieron a la altura de la circunstancia” señaló
Mario Barletta, rector de la UNL en ese momento. “En los días previos
al 29 de abril, muchas familias del norte de la ciudad comenzaron a
evacuarse en el Campo de Deportes Universitario, actualmente La
esquina encendida; y a partir del 29, se habilitaron otros espacios en
Ciudad Universitaria, la Escuela Industrial y la Facultad de Ciencias
Jurídicas y Sociales”, recordó Jose Corral, secretario de Extensión
Universitaria en 2003.
Los micrófonos de la radio LT10 contribuyeron a brindar información
durante la crisis, vínculo indiscutido con los afectados, haciendo de
nexo para reencontrar a los integrantes de las familias
y transmitiendo desde los lugares de la emergencia. Fue clave la
organización de la información sobre las personas afectadas y la
conformación de las listas de los centros de evacuados, única
herramienta para que las personas y familias se pudieran
reencontrar. “Hubo que comenzar a juntar información de dónde estaban
las personas y en un trabajo coordinado entre la universidad y ATE se
hizo una base de datos que se exponía en diferentes puntos de la
ciudad especialmente en la explanada de la sede de rectorado donde la
gente venía a consultar por sus familiares que no sabían dónde
estaban”, recordó Corral.
La FUL, con más de 600 personas voluntarias, coordinó las acciones
para la atención de los evacuados, la recepción, almacenamiento y
distribución de donaciones, acciones de prevención de enfermedades,
atención de mascotas y la ayuda solidaria, entre otras tareas. “Lo
primero que hicimos fue organizarnos para ir al Hospital de Niños y
poner a la Federación como un epicentro para lo que fue la llegada de
voluntarios de distintos sectores de la ciudad y de la universidad que
querían colaborar, sin experticia en el tema pero con mucho compromiso
y pasión por ayudar”, recordó Katya Zuska, estudiante y secretaria
general de la FUL en 2003. “Esta catástrofe nos transformó de manera
individual y como institución universitaria. Al año siguiente, los
Consejeros Superiores estudiantiles presentaron un proyecto de
creación del voluntariado universitario, que hasta ese momento no
existía porque había una necesidad y ganas de continuar ese trabajo”
remarcó.
Otra de las acciones, que se decide en este marco y que tuvo impacto
posterior, fue la producción de alimentos nutritivos. “Se generó un
laboratorio donde poder producir los alimentos que la Facultad de
Ingeniería Química estaba investigando y de esa manera asistir a los
centros de evacuados. Con esa experiencia, la UNL junto con el Banco
Credicoop impulsan la planta de producción de alimentos nutritivos
inaugurada en el año 2007, año donde la ciudad vuelve a inundarse.
Desde entonces, además de un trabajo permanente con las organizaciones
sociales y comedores comunitarios se trabaja en la asistencia y
donación ante situaciones de emergencia”, recordó Vanesa Rodriguez,
coordinadora actual de la Planta de Alimentos Nutritivos UNL.
Se conformó un Comité de Crisis, junto a representantes de los gremios
docente, nodocente y del movimiento estudiantil y se proporcionó
información científica para tomar decisiones rápidamente. “Se puso en
valor el conocimiento que se venía desarrollando a través de equipos
de investigación y extensión para entender este tipo de fenómenos y
prepararnos frente a estas contingencias”, remarcó Andrea Valsagna,
quien se desempeñaba como directora de comunicación de la UNL. “Se
hizo una convocatoria a todo el sistema científico académico de la
ciudad para hacer propuestas al Estado para pensar la reconstrucción.
Cuándo ocurren este tipo de tragedias no sólo hay que pensar cómo se
da respuesta para mitigar los daños y el sufrimiento de la población
afectada sino cómo reconstruir la ciudad para que no vuelva a pasar”.
APORTES PARA REPENSAR UNA CIUDAD DESDE LA GESTIóN DEL RIESGO
“Durante la inundación del 2003 y luego con la del 2007 la universidad
fue un actor central en la gestión de la emergencia. Situaciones que
luego impactaron de lleno en el quehacer universitario”, remarcó
Enrique Mammarella, rector de la UNL. La Universidad trabajó sobre
nuevos paradigmas y conocimientos a través de diferentes proyectos de
investigación, de extensión y tesis de grado que fueron abordando
diferentes aristas de la problemática. Desde la gestión del riesgo,
hasta la recuperación de la memoria, la mayoría de las disciplinas
aportaron conocimientos para la reconstrucción de una ciudad que fue
arrasada por el agua. La mayoría de estos desarrollos, netamente
universitarios en algunos casos y en otros co-construidos con actores
sociales, fueron tomados luego por la gestión municipal y
transformados en políticas públicas concretas.
“La Universidad siguió profundizando los estudios junto con otros
organismos como el Instituto Nacional del Agua (INA) y la cátastrofe
sirvió como base para reformular parámetros en lo que fue el diseño de
la etapa III de la defensa de la ciudad. Considerando las obras que se
realizaron a partir del 2003 y durante todos estos años, podemos decir
que estamos mejor preparados para un evento de similares
características. Se han solucionado muchos problemas, pero con las
tendencias del cambio climático, los efectos de medidas alternativas
al desarrollo de desagües y la no terminación del plan director del
INA hace que las gestiones, universidades e institutos sigan
investigando y buscando alternativas para que las ciudades estén más
preparadas y con mejor respuesta ante eventos que pueden combinar como
crecidas de ríos y lluvias intensas como sucedió en el 2016” remarcó,
Felipe Franco, docente, investigador y vicedecano de FICH.
“Es desde el aporte a las políticas públicas en su diseño, pero
también en su análisis de funcionamiento y reformulación que
consideramos que la UNL debe seguir fortaleciendo su rol en la
sociedad en miras a un desarrollo local sustentable” remarcó
Mammarella. Para Valsagna, es central en este marco “entender que en
el territorio convivimos con la naturaleza, que los ríos tienen sus
comportamientos, que dan señales y que podemos prepararnos para eso.
Empezar a hablar de gestión del riesgo, era difícil de entender al
principio y con los años se instaló como una política que todo el
mundo conoce”. Santa Fe, sigue siendo un caso de estudio y referencia
justamente por todo lo que aprendimos como sociedad. Con el cambio de
gestión en el gobierno local se logró incorporar todo ese conocimiento
sobre la gestión del riesgo como una política de estado.
“A 20 años de la inundación, tenemos que preguntarnos cuánto hemos
aprendido y cuando debemos seguir sosteniendo estas políticas. La
ciudad vive en un entorno maravilloso, pero tienen estos riesgos y
tenemos que convivir con eso, crecer, respetando la naturaleza y
evitando que se vuelvan a producir tragedias como las que tuvimos”,
enfatizó Valsagna.
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